
En la monotonía vital, a veces, inesperadamente, aparece el duende para transformarla en momentos sublimes. Los músicos de jazz y los flamencos lo saben muy bien.
Donde anda el duende
del deseo encendido,
danzan fundidos anhelos
de fuego dulce y verde.
Cuando asoma el duende,
para alentarnos el alma,
se armonizan sentimientos
para abrir al futuro, ventanas.
Quien aloja duendes
en su interior, transforma
tormentas y huracanes
en brisas húmedas.
© César Sobrón
“Poemas primarios”
Poema XIII