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Se acerca el día…

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En mi imaginación sentí a los cipreses que flanquean el camino de entrada, darme la bienvenida, meciéndose al influjo del viento y, en ese mismo momento, me hice la promesa de contar algún día cuántos había rodeando la huerta, el jardín, el caserón y el camino de entrada. El abuelo de Bonifacio, tras el incendio del monte que llegó a las cuadras del caserón y quemó el pajar y todo un rebaño de ovejas, decidió plantar cipreses en todo el perímetro. Un ciprés cada siete metros. Ahora, los árboles han crecido tanto que parece una empalizada, una muralla verde, un eficaz cortafuegos. Contar los cipreses era mucho menos trabajo que plantarlos uno a uno.

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Un caserón entre cipreses (fragmento)