
Sólo nos queda el ya. Somos agujas histéricas a través del tiempo, atormentadas por un “qué vendrá”, doloridas por un “se me fue”. Vivir serenos cada instante es casi un lujo.
Sólo nos queda el ya. Somos eslabones de eternidad a forjar con las experiencias cotidianas, pero apenas si nos da tiempo el instante a esquivar los odios, los miedos y las fatigas de tantas cadenas agresivas.
Sólo nos queda el ya. Somos seres humanos nacidos en una época con la única función de pasar el testigo al siguiente en óptimas condiciones para que la carrera humana no concluya en un abismo.
Sólo nos queda el ya. Somos pequeños universos al va y ven de los avatares de las modas, culturas y experiencias que nos ametrallan en este arrítmico movimiento.
Sólo nos queda el ya. Somos grandiosas obras a ser creadas en cada ahora. Recoger experiencias entre los ecos que no callan, observar el momento con la esperanza, la delicadeza, la intensidad de la mirada en unas pupilas infantiles y expresar con los actos de nuestra vida.
Sólo nos queda el ya. Somos lo que existimos al plasmarnos en el recuerdo del otro, con la intensidad del momento compartido. Furia del verbo. Firme la mano firme para estrechar los tiempos de un amante amigo o un amigo amante.
Sólo existe el ya para dar el paso decisivo. Ir levando anclas, ir soltando garfios. Recoger todos los vientos para convertirlos favorables, para que hinchen nuestras velas, para avanzar por los mares, para convencernos de nuestra condición de hombres libres atrapados por la Tierra.
A pesar de la prisa, la urgencia, la histeria y el asfalto, aún nos queda el ya.
“Las cuarenta en copas”
© César Sobrón