
El sol rojizo del ocaso bañaba su rostro y proyectaba la sombra de su perfil en la pared blanca de la terraza del restaurante. El tiempo pasaba, el sol descendía en el horizonte, la sombra ascendía por la pared y Milagros permanecía inmóvil frente a su taza de porcelana de Talavera. La infusión la había terminado hacía tiempo a sorbos de pajarito espaciados. Los rayos ensangrentados al traspasar las nubes teñían las piedras de naranja luminoso.
…/… Fragmento
“Relatos impresionistas” © César Sobrón