
“El hombre es bueno por naturaleza” (Rousseau)
Los abrazos ofrecen la posibilidad de intercambiar energías, afianzar autoestimas, desarrollar empatías… en definitiva, los abrazos nos vinculan con el entorno afectivo; con los abrazos, abrimos las puertas a ser compartidos, a recibir las cualidades de los demás y a ofrecer las nuestras. A partir de ahí, garantizamos el placer del momento compartido con intensidad y confianza mutua.
Éste es el vídeo más impactante de cuantos han llegado a mis retinas. Aprender a abrazarse desde pequeños es un magnífico ejercicio para el desarrollo de la inteligencia emocional. Una danza exquisita espontánea de cuatro bebés que se narran cuánto se aman y respetan entre ellos.
La imitación es el comienzo del aprendizaje humano. Estos cuatro, que forman esta cuadrilla, se miran, se abrazan con la mirada, extienden los brazos y se cuentan cuánto se aman. Por todos es sabido que a amar se aprende amando.
Este vídeo me parece un magnífico material didáctico para potenciar el amor en las escuelas desde la más tierna infancia. Usarlo cada día, al comienzo de la clase, durante tres minutos, y dos semanas, para que los alumnos puedan imitarlos, asegurará una evolución fluida en el aprendizaje. Serán más propensos a observarse e imitarse mutuamente y transmitirse unos a otros los descubrimientos de cada día. Es muy posible que todo el grupo crezca bastante coordinadamente. Es de suponer que los más hábiles se preocuparán de enseñar a los que más les cuesta aprender.
Ejercitar los abrazos es una forma de desarrollar la empatía y el altruismo, que les llevará a ser unos magníficos colaboradores en el trabajo en equipo, cuando sean adultos.
Fdo.: César Sobrón
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